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Una novela sobre toda la guerra civil española
en clave de realismo mágico.

Cada cierto tiempo,

un soldado se raja la piel para sacar la ceniza acumulada,

una viuda cubre en un velatorio todos los espejos,

un poeta zurce la sombra de una niña tras un bombardeo,

un maestro enseña a sus alumnos a hacerse los muertos,

un general duerme junto a la mano cortada de una santa,

una mujer muere dando a luz y renace en el cuerpo del bebé,

una sombra de avión se marca en el bronceado de unos campesinos,

un niño ciego recupera la vista durante un apagón,

una paisana pinta de negro los árboles de su huerto,

un fotógrafo pisa una mina y decide no levantar el pie en cuarenta años,

una lluvia templada propicia una tregua en mitad de una batalla,

una mujer se cose a la piel el traje de novia de su fallecida madre,

un párroco avisa al pueblo de la inminente bajada de Dios,

un viento desprende las pestañas de una huérfana que se exilia,

un perro sangrando tiñe la última franja de una bandera abandonada,

una guerra injusta riega toda una península… 

He aquí la historia de la descomposición de una familia; de la deshumanización de un pueblo, de la desintegración de un territorio y de una península de casas vacías.

Siguiendo los pasos de una familia de olivareros, que se dispersará por toda la península, el lector será testigo de los sucesos más importantes de la Guerra Civil, desde la II República hasta la posguerra, narrados en un realismo mágico actualizado donde lo real rezuma crudeza y lo fantástico destroza y construye sin escrúpulos. Los personajes, héroes anónimos, se cruzarán con Lorca, Unamuno, Orwell, Bernanos, Rodoreda, Machado, Picasso, Azaña, Franco, Zambrano, Capa, Kent, Mallo, Hemingway, Alberti, Zabaleta, Cela o Hernández.  

Con ecos de Günter Grass, Jaroslav Hašek, Gabriel García Márquez, Manuel Scorza, Salman Rushdie, Herta Müller, Ngūgī wa Thiong’o, Francisco Ayala o Federico García Lorca, La península de las casas vacías es una narración torrencial donde lo real y lo imaginario, lo costumbrista y lo épico se entrecruzan para tejer un portentoso tapiz poético y grotesco, bello y delirante.  

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